Amor moderno, ¿un invento de la literatura?
¿Alguna vez te has preguntado cuál es el origen del amor tal como lo conocemos hoy día?
¿Qué pasaría si les dijera que el amor tal como lo conocemos hoy es un invento? ¿Que surgió de la prodigiosa mente de un autor de novelas románticas? ¿Podría convencerlos de que la literatura creó el amor moderno, con todo y sus maravillas, locuras e incongruencias?
Todo surgió poco antes de la Edad Media. En aquella época, antes de que existieran los libros de caballería, el matrimonio no tenía nada que ver con el romance: se trataba de un pacto entre familias nobles para asegurarse de transmitir su herencia. Para el resto de la sociedad, casarse significaba la posibilidad de reproducirse y tener cuantos hijos fuera posible para poder mantener a su familia. ¿Y el amor? Bueno, el amor no era un sentimiento idealizado como es ahora.
Pero los libros románticos medievales contaban otra historia: planteaban un amor idílico basado en un romance puro e intenso, algo así como lo que muestran las historias de princesas y caballeros. Un amor por el cual valía la pena luchar y sacrificarse, y que terminaba con dos personas casándose y jurándose estar juntas por la eternidad.
Tristán e Isolda por Edmund Blair Leighton
Este género literario caballeresco, que fue muy popular en España, Portugal, Francia e Italia, contaba la historia de un caballero que, ataviado con armadura y espada, debía luchar contra monstruos y enemigos, conquistar territorios y recorrer grandes distancias con el único fin de ganarse el amor de una dama. Estas novelas se encargaron de enaltecer el amor, el sacrificio y la fidelidad hasta convertirlos en las máximas virtudes del ser humano.
Así pues, podríamos decir que el ideal de las relaciones modernas –un amor fantástico que lucha contra viento y marea para mantenerse en pie– surgió nada menos que de la literatura. Y es que, a decir verdad, ¿cuántas de nosotras no soñamos con un apuesto caballero que con su espada consiga atravesar una valla de espinas para estar con nosotras?
¡Y creíamos que la ficción se quedaba en los libros…!
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